FUNCIONES DE LA ORIENTACIÓN
EN LA ESCUELA DEL FUTURO
Juan Antonio Planas 30 de enero 2013
El papel que asigna a los orientadores la LOE es imprescindible para que funcionen determinados programas,
por ejemplo, la evaluación psicopedagógica para acceder a los programas
de aprendizaje básico (PAB), programas de refuerzo, orientación y apoyo
(PROA), diversificación curricular o programas de cualificación
profesional inicial (PCPI). Es paradójico que, por un lado, se asignen
cada vez más funciones y, por otro, se escatimen recursos humanos y no
se reconozca explícitamente nuestra labor.
La orientación ha evolucionado notablemente en los últimos años.
Desde el modelo más clínico y centrado en unos cuantos alumnos se ha
pasado a un modelo más sistémico que abarca toda la comunidad
educativa y a lo largo de toda la escolaridad.
Conforme se alarga el
período de escolaridad obligatoria y también aumenta el número de
personas que se forman a lo largo de la vida también aumenta el nivel de
exigencia de la orientación. En estos momentos las funciones de los
orientadores han aumentado notablemente. Se hacen intervenciones más
globales centradas en el contexto escolar más que en los alumnos
considerados individualmente y también se incide mucho más en la
práctica docente y en el asesoramiento familiar.
Tal como ya se están planteando en la mayor parte de los países de la
Unión Europea, hay que adaptar las funciones de los servicios de
orientación a las necesidades de la sociedad actual.
Las diversas
comunidades autónomas han desarrollado modelos propios de servicios de
orientación con el denominador común de la necesidad de ampliar los
efectivos humanos y recursos psicopedagógicos conforme la comunidad
educativa ha conocido su existencia.
En algunos países los profesionales de la orientación intervienen
exclusivamente en los dispositivos externos a los centros. En otros,
como en España, el orientador sí forma parte del equipo docente del
centro, sobre todo en secundaria y en los casos de orientadores de
centro de primaria. Tanto desde el punto de vista científico, como desde
el funcional, la concepción tradicional de la orientación como proceso a
lo largo de la vida exigen una atención plena, longitudinal y no
incidental, como hasta ahora.
En un contexto en el que se pretende ofrecer un servicio de calidad
se precisa realizar una identificación de las competencias de la
profesión del orientador u orientadora. La investigación para
identificar las competencias que se ponen en juego en las buenas
prácticas de orientación debe ser la base sobre la que se construya la
formación inicial de los orientadores en el EEES.
La orientación forma parte del proceso de ayuda para la inserción
laboral. Desde la educación secundaria el alumno debe construir su
proyecto profesional o vital. Este es un asunto frecuentemente olvidado
en la orientación en educación secundaria. Es asumible para el alumnado
de educación secundaria. Debe ser un proceso abierto y de realización
personal y con vías de acercamiento hacia ámbitos profesionales. Hace
falta una mayor conexión con el mundo empresarial.
La orientación profesional se está sesgando exclusivamente hacia la
información. La orientación tiene un componente de valores que se
transmiten al alumnado. Por tanto, es preciso tener en cuenta la
concepción de la orientación comprometida con determinados valores.
Se cuestiona el excesivo número de funciones que se atribuyen al
orientador, tanto desde una perspectiva cuantitativa (ratio
orientador-alumnado), como cualitativa (diversidad de problemáticas que
debe atender). Esta situación lleva a que la intervención orientadora se
centre en determinadas funciones que atienden a necesidades más
urgentes y perentorias (atención a la diversidad), mientras que otras
funciones quedan relegadas a un segundo plano (orientación profesional).
Las funciones del orientador son las grandes acciones propias,
especiales y habituales de la orientación; son las macroactividades
especificadas en otras más concretas.
A nuestro juicio el orientador del siglo XXI deberá:
• Seguir adquiriendo formación, pero una formación especializada que
le permita convertirse en formador de profesorado, familias y otros
profesionales. Una formación actual, que responda a los problemas que
surgen en la sociedad. Una formación práctica, que aunque se base en
conocimientos científicos, imprescindibles en cualquier formación,
aporte estrategias y posibilite las intervenciones de estos
profesionales.
• Tener asesoramiento continuo sobre los recursos que aparecen, sobre
las nuevas carreras, sobre los puntos de información, los cambios
legislativos, las nuevas investigaciones. Debe tener acceso a
bibliografía especializada, a páginas web, etc.
• Conocer nuevos programas, recursos humanos y materiales para
realizar proyectos novedosos que permitan adaptarse a las nuevas
características de la sociedad.
• Dinamizar los centros educativos con medidas de innovación e investigación
• Coadyuvar en medidas organizativas más imaginativas para atender a la diversidad.
• Colaborara en el desarrollo y aplicación de los planes de convivencia
Hay que destacar varias propuestas para mejorar los servicios de
orientación, algunas de ellas ya recogidas en los II, III, IV y V
Encuentros nacional de orientadores celebrados en Mérida (diciembre de
2005), en Zaragoza (marzo de 2007), en Burgos (abril de 2008) y en
Sevilla (marzo de 2010).
La orientación educativa de los servicios especializados debe abarcar todo el proceso educativo y ser un referente de calidad en el sistema educativo.
Es preciso hacer realidad el derecho de los estudiantes a la
orientación en todos los tramos educativos (incluido el derecho a la
orientación del alumnado con discapacidad).
Es conveniente crear un modelo en el que los profesionales de
la orientación atiendan a todo el alumnado con o sin necesidades
educativas especiales, asesoren al profesorado y orienten a las familias.
Se propone que cuando se doten de los recursos humanos suficientes, el
rol del mediador o profesional similar que interviene en los problemas
de convivencia en los centros educativos lo asuma el orientador
correspondiente. Asimismo, es incomprensible que se introduzca una nueva
figura en el organigrama de los centros sin tener claro su perfil
cuando ya existen profesionales con la suficiente preparación.
Para poder desempeñar adecuadamente la gran heterogeneidad de
funciones que se nos asignan sería necesario ampliar significativamente
el número de orientadores en todas las etapas educativas.
Proponemos la constitución de Centros de recursos de orientación (CRO) para aglutinar recursos humanos y materiales específicos.
Se hace imprescindible mejorar la coordinación entre los servicios sanitarios, sociales y educativos.
Sintetizando, las características de la sociedad actual hacen más
relevante que nunca la necesidad de ampliar el ámbito de la práctica
orientadora:
a) Por una parte, abarcando toda la comunidad educativa, es decir, la
totalidad de agentes que la componen: alumnado, profesorado y familias.
b) Por otra, teniendo en cuenta la evidencia de que la orientación no
se ciñe únicamente a la etapa de enseñanza obligatoria y/o
bachillerato, de alumnado escolarizado en centros ordinarios y alumnado
escolarizado en centros específicos de educación especial, y por lo
tanto debe suponer un continuo a lo largo de la vida del alumno, en los
ámbitos educativos y también laborales y de ocio, en la educación formal
y también en la no formal.
c) Además, los servicios de orientación se presentan como una pieza
clave en la mejora del proceso educativo, contribuyendo a la
optimización del rendimiento general del alumnado, así como a la de su
evolución psicoafectiva y emocional.
d) El orientador debe ser un agente de cambio, un gestor del
conocimiento y un promotor de la ética organizacional, primando la
visión global, liderando y no sólo gestionando, actuando, analizando y
aprendiendo de la práctica.
e) La orientación debe también extenderse hacia las etapas no
universitarias y a la Universidad. Se aboga por el desarrollo de la
orientación profesional desde la acción tutorial, para atender al
aprendizaje de los procesos de toma de decisiones y de transición a otra
etapa educativa o al mundo laboral. Para ello, se debe proporcionar una
mayor relevancia a la orientación académica y profesional dentro del
Plan de orientación y acción tutorial. Deberían incluirse módulos de
orientación en la formación ocupacional.
f) Es necesario, además, conectar los distintos programas de
orientación de los tres subsistemas. Se constata, en muchos casos, un
divorcio entre la orientación escolar y profesional. Y, en todo caso, la
orientación no debe limitar al alumnado a convertirse en meros
receptores de la información académica y profesional, sino que debe
implicarlos activamente, como agentes principales en todas y cada una de
las fases del proceso.
g) El orientador debería intervenir más en el asesoramiento al
proceso de enseñanza-aprendizaje (didáctica, metodología…). Más allá del
asesoramiento para la programación y coordinación de la tutoría
lectiva, no está generalizado el trabajo sistemático con equipos
docentes en aspectos tales como el asesoramiento de decisiones
curriculares (programación de contenidos, metodologías docentes,
evaluación de los aprendizajes) o de otros procesos de centro (planes de
autoevaluación y de mejora, planes de formación e innovación docente,
etc.). En este sentido, la formación permanente de los orientadores y
orientadoras es un objetivo importante.
h) Habrá que hacer un esfuerzo de coordinación entre las distintas
instituciones relacionadas con la orientación, lo que contribuiría a la
racionalización de los esfuerzos. Es preciso implicarse con las
diferentes instituciones comunitarias en la intervención para el
desarrollo y el cambio, tanto personal de los estudiantes, como social
del entorno circundante.
i) Necesidad de una ratio orientador/alumnos. Una propuesta adecuada
sería aceptar el criterio recomendado por la UNESCO (un orientador por
cada 250 alumnos).
Artículo publicado en BLOGCanalEducación