MUCHO RUIDO, ALGUNAS NUECES
La Lomce tiene pocos cambios radicales y quizá se podría haber conseguido un mayor consenso con un poco de esfuerzo
La nueva ley de educación nace envuelta en un ruido ensordecedor, que
a veces nos quita la perspectiva sobre lo que realmente hace. Es algo
un poco triste, porque en el fondo tiene pocos cambios radicales y quizá
se podría haber conseguido un mayor consenso con un poco de esfuerzo.
La ley tiene dos aspectos relativamente novedosos. Una es la
evaluación general de fin de ciclo, al final de la educación primaria y
secundaria. La evidencia internacional muestra que los países, o
regiones, que tienen evaluaciones con consecuencias académicas al final
de la secundaria tienen mejores resultados académicos. La razón es que
un examen de este tipo hace más transparente y sencilla la necesaria
rendición de cuentas de las escuelas, y permite dedicar recursos
materiales y humanos a resolver los problemas existentes o a consolidar
experiencias exitosas.
El otro aspecto novedoso es que permite la orientación hacia la
formación profesional un curso antes (a los 15 años) que la ley actual.
La evidencia internacional en esto es menos clara. Muchos países como
los escandinavos, cuando retrasaron la profesionalización de los 12 o 13
años a los 15 o 16, experimentaron mejoras atribuibles a este retraso.
Por otro lado, hay alguna evidencia de que el retraso de la
profesionalización en España de los 14 a los 16 años fue negativo para
las generaciones que los experimentaron, sobre todo para los varones. Es
posible que la vía que permite una profesionalización a los 15 años
(algo que por cierto ya se comenzó en la legislatura anterior con los
Programas de Cualificación Profesional Inicial) tenga algún efecto
positivo, pero habrá que verlo.
Pero no quiero dejar pasar dos críticas a la ley. La primera es que
dado el acertado énfasis en los exámenes de fin de ciclo se podría haber
evitado el detalladísimo catálogo de asignaturas y currículos. Si uno
evalúa resultados en parte es para no meterse en cómo se realizan los
procesos. La segunda es que una ley de educación que evita hablar del
estatuto del personal docente se ha dejado fuera el factor más
importante en el proceso educativo. Además del alumno, claro.
Antonio Cabrales es catedrático del University College London.
Artículo publicado en elpais.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario