Antonio
Bolivar Universidad de Granada
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar
Universidad de Granada
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar
Universidad de Granada
En una visita reciente a Chile he conocido que se ha puesto en
marcha una iniciativa gubernamental (Beca: vocación de profesor) para
que los alumnos con mejores notas en selectividad se dediquen a la
enseñanza.
Con el fin de atraer a los mejores, a partir del próximo curso
(allí, en marzo) becará (con la matrícula gratis, en un país que son muy caras;
y, además, con una retribución, si tiene una puntuación muy alta). Deberán
además matricularse en carreras acreditadas y cuyas Universidades sean muy
demandadas por su calidad. El éxito ha sido alto: 3.600 alumnos con muy
buenas notas han obtenido beca (un aumento del 68%).
Por lo demás, otros países, como el Reino Unido (Teach first) o
Norteamérica (Teach for America), tienen iniciativas parecidas. Ahora acaba de
presentarse en España la Fundación “Empieza por Educar”, con unos
objetivos similares.
Es evidente que, siendo un primer paso para tener buenos docentes
y revalorizar la imagen de la enseñanza, no basta.
Paralelamente se tienen que reestructurar otras dimensiones. Pero
la medida se inscribe en un movimiento internacional de preocupación de que
mejorar la educación, una vez alcanzados altos niveles de desarrollo económico,
comienza por tener como docentes a los mejores. Un informe internacional
McKinsey de septiembre pasado (titulado: “Cerrando la brecha al talento:
atraer y retener al tercio más alto a la enseñanza”) explica como tres de
los países con excelentes aprendizajes (Finlandia, Singapur y Corea del Sur)
logran que el 100 por ciento de sus docentes provengan de los estudiantes que
se encuentran en el primer tercio de su promoción de graduados. Estos países
suelen tener una alta selección para entrar en carreras dedicadas a la
enseñanza (como en Finlandia, donde suele entrar uno de cada diez aspirantes),
igualmente para acceder a los puestos de docentes, ofrecen oportunidades de
crecimiento profesional, incementan el estatus de la profesión docente y
ofrecen salarios competitivos.
Si la calidad de un sistema educativo, satisfechos determinados
niveles de calidad en su escolarización, tiene como techo la calidad de sus
docentes; la única manera de mejorar los aprendizajes es mejorar la enseñanza,
por lo que conviene asegurar un buen docente en cada aula. Desde luego,
coincidiremos, eso no depende solo de la selección de entrada, sino también de
una excelente formación (teórica y práctica) y, particularmente, del proceso de
selección.
Muchas cosas tienen que cambiar en España al respecto, donde la
formación y selección del profesorado no ha cambiado en los últimos treinta
años y, los producidos el pasado año con motivo del Proceso de Bolonia (Grados
y Master de Secundaria), dejan mucho que desear. En Andalucía el Parlamento ha
puesto en marcha un Grupo de Trabajo sobre Formación del Profesorado para abrir
un debate sobre el tema y recoger propuestas. En sus comparecencias ya han
aparecido algunas de nuestras graves carencias: en las Facultades de Educación
no entran los mejores alumnos (aún cuando en los últimos años ha empezado a
subir la nota de corte), al contrario, a veces son alumnos con una segunda,
tercera o cuarta opción los que entran. Es decir, sin vocación de entrada.
Conviene, pues, en primer lugar, plantearse si la enseñanza debe continuar como
“carrera refugio”, cuando no se ha podido entrar en otras. La formación inicial
no tiene que ser para todo el que quiera. Desde luego, como decíamos antes, en
los paises con buenos sistemas educativos no lo es.
En segundo lugar, está el tema de la formación inicial.
Los planes de estudio diseñados con motivo del Espacio Europeo de Educación
Superior, según una amplia opinión, no suponen un cambio sustantivo, como
sería deseable, tanto en la formación teórica como sobre todo por su formación
práctica. El Master de Secundaria, suponiendo una mejora frente a la falta
de formación pedagógica anterior (el CAP no lo era), no resuelve adecuadamente
una profesionalización del profesorado de este nivel. Con todo, más criticable
es aún algunas de las formas como se ha establecido en algunas Universidades,
preocupantes para dicho Grupo del Parlamento Andaluz.
Pero en el caso español, en el que contamos con el privilegio de
contar con muchos aspirantes para acceder a la docencia, bastaría tener un buen
sistema de selección del profesorado. Este es el reto, pudiendo hacerlo entre
tantos, seleccionar a los mejores docentes. Es un asunto complejo, sin duda,
porque requiere un consenso de qué es un buen docente. Pero no partimos de
cero: hay muchas formas establecidas en los distintos países mucho más
deseables que la nuestra. No puede seguirse manteniendo, por ejemplo, que
aquel que ha trabajado (en Andalucía incluso tres días, con tal de que fuera
antes del 30 de junio de 2010) sea mejor (criterio privilegiado) que cualquier
aspirante. Las pruebas de selección llevamos mucho tiempo criticando que
no son las mejores y los propios tribunales de selección no puede ser fruto del
sorteo. En fin, como se preguntaba el informe McKinsey, tres grandes
cuestiones deben resolverse: ¿quién debería enseñar?; ¿qué atraería a los
mejores estudiantes a convertirse en profesores? y ¿cuánto costaría y qué
cambios habría que introducir en el sistema escolar para con que esa estrategia
funcione?
Este interesantísimo artículo está publicado por
Antonio Bolivar Universidad de Granada y no tiene el más mínimo desperdicio.
Una reflexión que va más allá de un pensamiento de coherencia y lógica.
Artículo publicado en Ideal en Clase.
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