Editorial
Contra la cultura del esfuerzo
09.03.2013
Los recientes casos de alumnos que han aprobado exámenes tras las
reclamaciones de sus padres ante la Consejería de Educación, pasando de
curso y obteniendo títulos con hasta cinco asignaturas suspendidas,
suponen una tendencia muy preocupante.
En primer lugar, porque conduce a
la desautorización de la labor de los docentes- verdaderos conocedores
de la situación real de cada alumno- cuya capacidad de evaluación queda
en entredicho.
Resulta un ejercicio de incoherencia por parte de la
Administración educativa que se hagan llamamientos al respeto de la
autoridad de los profesores y se avalen decisiones como las que se están
produciendo estos días.
En segundo lugar, porque se lanza un mensaje
perverso de cara al resto del alumnado y a la sociedad en general como
es que el esfuerzo no sirve para nada y que es posible obtener un título
sin dar golpe.
En la resolución de la Junta favorable a un alumno de
Secundaria de un instituto de Bormujos (Sevilla), se llega a decir que
tres de las materias que los profesores no le aprobaron (Biología y
Geología, Ciencias Sociales y Física y Química) "no impiden la
titulación ni menoscaban la formación académica y las competencias
necesarias que permitirán al alumno reclamante afrontar una brillante
carrera en cualquiera de los objetivos académicos o laborales que se
proponga".
Semejante barbaridad sólo puede provenir de quienes tienen un
profundo desconocimiento de la realidad del proceso educativo y se
inmiscuyen en la tarea docente sin aplicar unos criterios mínimamente
serios. De esta forma tan arbitraria, la Consejería sólo contribuye a
minusvalorar la figura del profesor, creando un enorme malestar en la
comunidad docente.
Además, en tercer lugar, este tipo de decisiones
acaban teniendo un reflejo negativo en el posterior proceso formativo
del alumno aprobado, haciéndole un flaco favor de cara a su futuro
laboral.
Urge, por tanto, que se ponga freno a esta práctica por el bien
de la Educación en Andalucía, que ya arrastra bastantes lastres y
acumula demasiadas estadísticas que sitúan a esta comunidad en cabeza
del fracaso escolar.
Hay quienes, desde erróneos planteamientos
igualitarios y pretendidamente sociales, confunden algo tan noble como
la cultura del esfuerzo con la apuesta por las élites.
De esa forma no
sólo no contribuyen a la búsqueda de la excelencia que tanto proclaman
sino que castigan a quienes estudian, provocando agravios y situaciones
injustas.
Si queremos tener un sistema educativo a la altura que se debe
exigir a cualquier país desarrollado, lo mínimo que hay que hacer es
respetar a los profesores y a los alumnos que trabajan, poniéndolos de
ejemplo ante la sociedad.
Artículo publicado en diariodecadiz.es
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