domingo, 10 de marzo de 2013

EL BALUARTE DE LA EDUCACIÓN UNIVERSAL


El baluarte de la educación universal

Decenas de generaciones de gaditanos pasaron por una Institución que vive su ocaso

11.03.13-


La Institución Provincial Gaditana, referente de primer orden en la historia de la educación en la ciudad, vive momentos de incertidumbre. Partiendo del hecho objetivo de que ya no es ni la sombra de lo que fue; lo que ahora está en juego es su pervivencia. En medio de la disputa entre la Diputación -titular del centro- y la Junta de Andalucía -que suscribe el convenio que hace posible su funcionamiento- acerca de la oferta de plazas para el próximo curso en Infantil de 3 años, que defiende la Consejería de Educación y pretende anular la Diputación, el mensaje que se da desde la Administración provincial es claro: ni la demanda, cada vez menor, ni los costes que supone mantener un centro único en la provincia, compensan para tenerlo abierto. El planteamiento del gobierno de José Loaiza es, como han dicho de forma clara en un escrito oficial remitido a la Junta, iniciar el «cierre progresivo» del colegio. 

Todo esto ha generado una lógica reacción de rechazo tanto del personal del centro como de miles de gaditanos que temen que con la piqueta queden enterrados sus recuerdos de infancia y juventud, porque la Institución Provincial Gaditana ha sido para Cádiz mucho más que un simple colegio.

Su nacimiento fue como un rayo de esperanza para una sociedad que aparte de enfrentarse a las penurias propias de la época tuvo que hacer frente a un desastroso suceso, la explosión de un polvorín de la Armada en agosto de 1847 que se llevó por delante no sólo toda la zona residencial que por entonces era San Severiano, sino también, según datos oficiales de la época, 152 vidas. Entre ellas, las de 21 niños de la Casa Cuna, 4 monjas y 10 empleados de la misma.

Con el paso de los años, siendo Luis Martínez del Cerro presidente de la Diputación Provincial, dentro del plan de reurbanización para toda la zona de extramuros afectada por la onda expansiva de la explosión, que incluyó también la construcción de la Barriada España, se decidió levantar un gran centro educativo en el solar de lo que fue la Casa Cuna 'Miguel de Aramburu e India'. Y así fue como nació lo que en principio se denominó Institución Generalísimo Franco, inaugurada en el año 1961 con la bendición del obispo Don Tomás Gutiérrez. La obra supuso una inversión de 35 millones de la época. 

Su apertura fue una revolución para la ciudad, y por extensión para el resto de la provincia, porque suponía la universalización de la educación de calidad. La idea de inicio era poner en marcha una escuela modelo para la clase media. Desde el primer curso se ofrecía a las alumnas -entonces el centro no admitía estudiantes masculinos- el denominado bachillerato laboral en la rama administrativa, una Escuela de Formación Profesional, una Escuela de Artes y Oficios Artísticos y Artesanos y una Escuela del Hogar. Además, la Institución tenía un marcado fin social, benéfico, de ahí que el centro contase desde su nacimiento con alrededor de 250 niñas internas de toda la provincia. La mayoría provenía de orfanatos o de familias con graves problemas económicos o estructurales. Allí, en la Institución, se les ofrecía la posibilidad de cursar la educación primaria. No estaban solas, junto a ellas ocupaban las aulas unas 800 alumnas externas. En la mayoría de los casos completaban sus estudios con alguna formación profesional, y las estudiantes más destacadas cursaban las especialidades de Comercio y Magisterio.

La Diputación de Cádiz puso la gestión, tanto del internado como del colegio, en manos de las Hermanas de la Caridad. Ellas manejaron la Institución con disciplina y, según la mayoría de los testimonios de antiguas alumnas que hoy llenan de opiniones los foros de internet, lo hacían «con mucho cariño y entrega». Aún así, reconociendo que las monjas no manejaban ni las ideas modernas que empezaban a imponerse en la educación española ni los conocimientos suficientes, el Gobierno provincial opta por introducir en el colegio la figura del director técnico, ocupada durante muchos años por Enrique del Castillo, así como a un equipo de profesores muy especializados. 

Esto elevó el nivel de la formación hasta situar a la Institución Generalísimo Franco como uno de los colegios más prestigiosos de la ciudad, especialmente entre las clases más humildes, las de aquellos que no tenían acceso a otros centros de carácter religioso como San Felipe Neri, Las Carmelitas o Salesianos. Además, las instalaciones del centro ganaron en calidad en el año 1969 con la inauguración del Pabellón Fernando Portillo, siendo presidente de la Diputación por entonces Antonio Barbadillo.

Tal fue el 'boom' alcanzado por la Institución en los años 70 y 80 que se llegaron a ofertar hasta seis líneas por curso, algo impensable en la actualidad. Y aún así, resultaba imposible admitir todas las solicitudes presentadas para ingresar en el centro. 

José Calvo fue testigo de excepción del nacimiento y desarrollo del centro educativo. Recuerda la época dorada del colegio, cuando «la Institución era un orgullo para esta ciudad», y también el inicio de su decadencia. Explica que con la llegada de la democracia las cosas comenzaron a cambiar en el colegio. Lo primero que se sustituyó fue el nombre, de Institución Generalísimo Franco se pasó a denominar Institución Provincial Gaditana. Los primeros gobiernos socialistas también trajeron consigo la secularización del colegio, nombrándose a María del Carmen Mengual como primera directora no religiosa de la Institución. A ella le fueron sustituyendo a lo largo de los 80 y 90 otra serie de directores, como María Luz Vergara, Amelia Palma o el propio José Calvo, hasta llegar a Luis Miguel del Barrio, que ocupa el cargo en la actualidad. En aquellos primeros años de los 80 desaparecieron del centro casi todas las hermanas de la Caridad, exceptuando a unas pocas como Sor Josefa, Sor Amalia, Sor Elvira o Sor Olegaria, que aún tratándose de un colegio laico mantuvieron tradiciones como la celebración del Mes de María.

Hubo otros cambios importantes, como la admisión de estudiantes masculinos o la progresiva desaparición del uniforme. José Calvo explica que de esa forma fue perdiéndose un poco la disciplina y al tiempo el carisma de la Institución. A modo de anécdota cuenta que a los profesores les daba mucha rabia que los padres les dijeran aquello de «hay que ver cómo ha cambiado esto sin las monjas».

Ya en el año 1987 se eliminó el internado. También desaparecieron los alumnos mediopensionistas, que comían en el colegio, en un avance del concepto de comedor que hoy está absolutamente normalizado. Y progresivamente fueron desapareciendo líneas, estudios, edificios completos con la cesión a la Junta de parte de la parcela para la construcción de la Ciudad de la Justicia. Y así hasta el día de hoy, en que «se ha llegado a la mínima expresión de alumnos. La construcción del nuevo Carola Ribed y la concertación del Infantil en todos los privados han hecho muchos daño», concluye José Calvo, don José, como le conocieron sus alumnos.

A partir de ahora son las administraciones las que tienen que decidir si la vida de la Institución acaba en pocos años o se prolonga. Al menos, en la historia de Cádiz, de la provincia entera, su nombre permanecerá escrito en letras indelebles.

Artículo publicado en lavozdigital.es

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