El baluarte de la educación universal
Decenas de generaciones de gaditanos pasaron por una Institución que vive su ocaso
11.03.13-
La Institución Provincial Gaditana, referente de primer
orden en la historia de la educación en la ciudad, vive momentos de
incertidumbre. Partiendo del hecho objetivo de que ya no es ni la sombra
de lo que fue; lo que ahora está en juego es su pervivencia. En medio
de la disputa entre la Diputación -titular del centro- y la Junta de
Andalucía -que suscribe el convenio que hace posible su funcionamiento-
acerca de la oferta de plazas para el próximo curso en Infantil de 3
años, que defiende la Consejería de Educación y pretende anular la
Diputación, el mensaje que se da desde la Administración provincial es
claro: ni la demanda, cada vez menor, ni los costes que supone mantener
un centro único en la provincia, compensan para tenerlo abierto. El
planteamiento del gobierno de José Loaiza es, como han dicho de forma
clara en un escrito oficial remitido a la Junta, iniciar el «cierre
progresivo» del colegio.
Todo esto ha generado una lógica reacción de rechazo tanto
del personal del centro como de miles de gaditanos que temen que con la
piqueta queden enterrados sus recuerdos de infancia y juventud, porque
la Institución Provincial Gaditana ha sido para Cádiz mucho más que un
simple colegio.
Su nacimiento fue como un rayo de esperanza para una
sociedad que aparte de enfrentarse a las penurias propias de la época
tuvo que hacer frente a un desastroso suceso, la explosión de un
polvorín de la Armada en agosto de 1847 que se llevó por delante no sólo
toda la zona residencial que por entonces era San Severiano, sino
también, según datos oficiales de la época, 152 vidas. Entre ellas, las
de 21 niños de la Casa Cuna, 4 monjas y 10 empleados de la misma.
Con el paso de los años, siendo Luis Martínez del Cerro
presidente de la Diputación Provincial, dentro del plan de
reurbanización para toda la zona de extramuros afectada por la onda
expansiva de la explosión, que incluyó también la construcción de la
Barriada España, se decidió levantar un gran centro educativo en el
solar de lo que fue la Casa Cuna 'Miguel de Aramburu e India'. Y así fue
como nació lo que en principio se denominó Institución Generalísimo
Franco, inaugurada en el año 1961 con la bendición del obispo Don Tomás
Gutiérrez. La obra supuso una inversión de 35 millones de la época.
Su apertura fue una revolución para la ciudad, y por
extensión para el resto de la provincia, porque suponía la
universalización de la educación de calidad. La idea de inicio era poner
en marcha una escuela modelo para la clase media. Desde el primer curso
se ofrecía a las alumnas -entonces el centro no admitía estudiantes
masculinos- el denominado bachillerato laboral en la rama
administrativa, una Escuela de Formación Profesional, una Escuela de
Artes y Oficios Artísticos y Artesanos y una Escuela del Hogar. Además,
la Institución tenía un marcado fin social, benéfico, de ahí que el
centro contase desde su nacimiento con alrededor de 250 niñas internas
de toda la provincia. La mayoría provenía de orfanatos o de familias con
graves problemas económicos o estructurales. Allí, en la Institución,
se les ofrecía la posibilidad de cursar la educación primaria. No
estaban solas, junto a ellas ocupaban las aulas unas 800 alumnas
externas. En la mayoría de los casos completaban sus estudios con alguna
formación profesional, y las estudiantes más destacadas cursaban las
especialidades de Comercio y Magisterio.
La Diputación de Cádiz puso la gestión, tanto del internado
como del colegio, en manos de las Hermanas de la Caridad. Ellas
manejaron la Institución con disciplina y, según la mayoría de los
testimonios de antiguas alumnas que hoy llenan de opiniones los foros de
internet, lo hacían «con mucho cariño y entrega». Aún así, reconociendo
que las monjas no manejaban ni las ideas modernas que empezaban a
imponerse en la educación española ni los conocimientos suficientes, el
Gobierno provincial opta por introducir en el colegio la figura del
director técnico, ocupada durante muchos años por Enrique del Castillo,
así como a un equipo de profesores muy especializados.
Esto elevó el nivel de la formación hasta situar a la
Institución Generalísimo Franco como uno de los colegios más
prestigiosos de la ciudad, especialmente entre las clases más humildes,
las de aquellos que no tenían acceso a otros centros de carácter
religioso como San Felipe Neri, Las Carmelitas o Salesianos. Además, las
instalaciones del centro ganaron en calidad en el año 1969 con la
inauguración del Pabellón Fernando Portillo, siendo presidente de la
Diputación por entonces Antonio Barbadillo.
Tal fue el 'boom' alcanzado por la Institución en los años
70 y 80 que se llegaron a ofertar hasta seis líneas por curso, algo
impensable en la actualidad. Y aún así, resultaba imposible admitir
todas las solicitudes presentadas para ingresar en el centro.
José Calvo fue testigo de excepción del nacimiento y
desarrollo del centro educativo. Recuerda la época dorada del colegio,
cuando «la Institución era un orgullo para esta ciudad», y también el
inicio de su decadencia. Explica que con la llegada de la democracia las
cosas comenzaron a cambiar en el colegio. Lo primero que se sustituyó
fue el nombre, de Institución Generalísimo Franco se pasó a denominar
Institución Provincial Gaditana. Los primeros gobiernos socialistas
también trajeron consigo la secularización del colegio, nombrándose a
María del Carmen Mengual como primera directora no religiosa de la
Institución. A ella le fueron sustituyendo a lo largo de los 80 y 90
otra serie de directores, como María Luz Vergara, Amelia Palma o el
propio José Calvo, hasta llegar a Luis Miguel del Barrio, que ocupa el
cargo en la actualidad. En aquellos primeros años de los 80
desaparecieron del centro casi todas las hermanas de la Caridad,
exceptuando a unas pocas como Sor Josefa, Sor Amalia, Sor Elvira o Sor
Olegaria, que aún tratándose de un colegio laico mantuvieron tradiciones
como la celebración del Mes de María.
Hubo otros cambios importantes, como la admisión de
estudiantes masculinos o la progresiva desaparición del uniforme. José
Calvo explica que de esa forma fue perdiéndose un poco la disciplina y
al tiempo el carisma de la Institución. A modo de anécdota cuenta que a
los profesores les daba mucha rabia que los padres les dijeran aquello
de «hay que ver cómo ha cambiado esto sin las monjas».
Ya en el año 1987 se eliminó el internado. También
desaparecieron los alumnos mediopensionistas, que comían en el colegio,
en un avance del concepto de comedor que hoy está absolutamente
normalizado. Y progresivamente fueron desapareciendo líneas, estudios,
edificios completos con la cesión a la Junta de parte de la parcela para
la construcción de la Ciudad de la Justicia. Y así hasta el día de hoy,
en que «se ha llegado a la mínima expresión de alumnos. La construcción
del nuevo Carola Ribed y la concertación del Infantil en todos los
privados han hecho muchos daño», concluye José Calvo, don José, como le
conocieron sus alumnos.
A partir de ahora son las administraciones las que tienen
que decidir si la vida de la Institución acaba en pocos años o se
prolonga. Al menos, en la historia de Cádiz, de la provincia entera, su
nombre permanecerá escrito en letras indelebles.
Artículo publicado en lavozdigital.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario