Cerebros que hacen las maletas
Ante un negro horizonte, muchos investigadores abandonan la ciencia en España
El mayor temor de la comunidad científica española se está
cumpliendo: la fuga de cerebros es ya una realidad, un goteo creciente
en los centros de investigación camino de convertirse en un grifo
abierto por el que se escapen muchos de los mejores investigadores de
una generación llamada a ser el puntal de la I+D española. Un bioquímico
que trabajaba en enfermedades autoinmunes en Granada, en situación
precaria, y que ya se ha ido a un centro alemán; un experto en
biocatálisis que regresó de EE UU y que ya está pensando en volverse a
ir y, si lo hace, dice, no volverá a España “más que de vacaciones y a
congresos”; un especialista en física estelar planteándose si no será
mejor abandonar la ciencia y buscarse otro trabajo…
Los casos se van acumulando y tienen en común una edad en torno a los
40 años, una buena carrera científica a sus espaldas, pocas o nulas
perspectivas en España y ofertas en Estados Unidos, Alemania, Reino
Unido o Australia. Los científicos e ingenieros españoles están bien
valorados en el extranjero. El panorama no es mejor para los más
jóvenes, los que acaban de terminar la tesis doctoral o aspiran a alguna
beca para hacerla y ven con desesperación que las convocatorias se
retrasan o se cancelan, los contratos desaparecen y la generación
anterior emprende de nuevo el camino de la fuga de cerebros.
“¿Cómo se pretende hacer ciencia de vanguardia cuando la edad media
del personal de plantilla supera con creces los 50 años?”, se pregunta
el astrofísico Luis Colina, del Centro de Astrobiología. “Todo el
personal joven, becarios, doctores recientes, posdoc… se está yendo sin
esperar: nos estamos hundiendo a gran velocidad”, añade.
DIEGO GARCÍA-BELLIDO: Destino Australia
Diego García-Bellido tiene 42 años, dos hijos, un contrato Ramón y
Cajal a punto de terminar y escasísimas perspectivas de ver estabilizada
su situación y poder continuar en España con sus investigaciones
paleontológicas sobre los organismos que vivían en la tierra hace 540
millones de años. También tiene un billete para Australia, para
incorporarse en la Universidad de Adelaida, que le ha hecho una buena
oferta de trabajo, dado el alto nivel de sus resultados de
investigación. De momento, está en el Instituto de Geociencias
(CSIC-Universidad Complutense) y considera que ha habido un claro
“incumplimiento por parte del Gobierno”, en cuanto a su contrato. “Y no
lo digo yo, lo dice el BOE, ya que en la convocatoria Ramón y Cajal de
2007 por primera vez se asumía el compromiso de estabilizar el puesto de
trabajo al concluir el contrato…”. Pero, claro, en años posteriores se
añadió una coletilla a ese compromiso: “Si las partidas presupuestarias
lo permiten”. En su instituto están buscando vías, dice, de regularizar
su situación para que se quede, pero la situación es muy complicada, con
las arcas de las instituciones exhaustas y sin apenas posibilidad legal
de convocar plazas para científicos. Ante el panorama, Australia está
al otro lado del túnel para este científico de una familia de
científicos, lo que ha hecho, dice, “que vea la ciencia como un modo de
vida maravilloso”. Pero ahora esa vida en España se le ha puesto muy
difícil.
Efectivamente, toda una generación de científicos que salieron de
España para formarse en el extranjero y que han ido regresando en los
últimos 10 años de mano del programa Ramón y Cajal (de acceso de
investigadores de alto nivel al sistema de ciencia) con excelentes
currículos, ven cómo se cierra la vía española y han empezado a salir de
nuevo hacia otros lares que les ofrecen mejores perspectivas para
desarrollar su labor. La maleta la llevan llena de frustración al
cerrarse la vía que creyeron tener en España.
Cesar Terrer, de 27 años, licenciado en Ciencias Ambientales y con un
máster en gestión de la biodiversidad, ha estado trabajando en España
en un proyecto de investigación pero, a la vista de la situación, ha
decidido buscar una beca fuera que le permita realizar el doctorado “de
forma digna”, dice, criticando la escasa inversión en investigación y la
falta de presupuesto para hacer grandes experimentos. “Por suerte, en
Australia ha interesado mi perfil y voy a poder realizar mi doctorado
con un sueldo aceptable y unas instituciones y un personal docente de
primer nivel”, dice. Su centro en los próximos tres años será la
Universidad de Western Sydney.
“Era consciente de que el sistema de I+D español tenía serias
deficiencias y de que la situación económica del país iba a peor, pero
aun así no quise dejar pasar la oportunidad de volver a mi país, con los
contratos Ramón y Cajal como puerta de entrada”, dice Jorge Peñarrubia,
del Instituto de Astrofísica de Andalucía. “Lo que me he encontrado
supera mis peores previsiones”, añade, enumerando varios elementos de
ese pronóstico: imposibilidad de lograr una plaza como científico en
España ante la previsiblemente tardía recuperación económica; recortes
en la I+D que dificultan la obtención de proyectos; y la decreciente
posibilidad de atraer fondos internacionales dada la situación del
sistema.
Peñarrubia, a sus 36 años, volvió a España en 2011 tras una estancia
posdoctoral en Cambridge (Reino Unido) y más de 10 años en centros de
Alemania y Canadá. Regresó con la idea de aportar su grano de arena a la
investigación española, pero considera que en este momento quedarse es
una trampa. “Es ahora cuando tengo posibilidades de volver a salir, si
me quedara, me arriesgaría a defenestrar mi carrera como investigador”.
Ya ha tomado la decisión: se va a la Universidad de Edimburgo (Escocia),
con una plaza fija.
La fuga de cerebros es la realidad, negada incluso como riesgo por el
anterior Gobierno, pero anunciada hace tiempo por los expertos como
consecuencia dramática de la reducción continuada de la inversión en
I+D, lo que muchos denuncian como manifiesta falta de apoyo. Porque el
apoyo, desde las Administraciones públicas, se plasma en una
financiación adecuada y constante, entre otras cosas.
MARCOS PITA: Emigrar otra vez
Marcos Pita tiene 34 años y dice que él ya fue un “cerebro fugado”;
estuvo tres años trabajando como investigador en Estados Unidos, en la
Universidad Clarkson. Luego decidió regresar a España con la oportunidad
del Programa Ramón y Cajal. El sueldo era inferior, pero lo aceptó:
“Tenía ganas de trabajar en casa y conseguir aplicar aquí todo lo
posible mi investigación de allí”. Todavía le quedan un par de años de
contrato y trabaja en el Instituto de Catálisis y Petroquímica, del
CSIC, pero la situación se ha vuelto gris o gris oscuro. “Ahora, tal y
como están las cosas, quién sabe si habrá que volver a irse”, añade.
Ahora tiene un hijo pequeño y otro en camino. Reconoce que cuenta con
todo el apoyo de su instituto, pero que el problema viene de más
arriba, del Ministerio de Economía. Al CSIC, recuerda, le han recortado
un 30% el presupuesto en los últimos años y no tiene dinero, hasta el
punto de que faltan fondos para pagar a su personal. “El tiempo se acaba
y a medida que pasan los años hay menos posibilidades de acogerse a
programas de otros países, ya sea en Europa o en EE UU… Si me veo
forzado a volver a emigrar, aquí no vuelvo más que de vacaciones y a
congresos”, asegura.
El sistema, en cuanto a recursos humanos, hace agua por múltiples
grietas. La Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e
Innovación del Ministerio de Economía afirma que carece de datos sobre
la fuga de cerebros. Tampoco parece que sea una brecha preocupante para
el Gobierno, a la vista del borrador de Estrategia Española de Ciencia
Tecnología e Innovación 2013-2020 que ha preparado. Así lo han
denunciado los expertos de las sociedades científicas. “Entre las
fortalezas que la comunidad científica española posee destaca la
existencia de una masa crítica de investigadores de alto nivel. Gran
parte de ella se alimenta de contratos no estables, altamente
competitivos, cuya oferta ha decrecido significativamente en los últimos
años”, alertan dichos analistas. “La nueva Estrategia no contempla
planes para estabilizar este capital humano, que en la actualidad está
engrosando las cifras del paro o se está yendo a otros países que los
reciben con los brazos abiertos”. El exilio de científicos de 30 a 40
años, en su periodo más productivo, señalan los expertos, “es una de las
más sangrantes emigraciones de nuestro país en décadas recientes y una
de las que podría tener efectos económicos más perjudiciales a largo
plazo”.
El científico Mariano Barbacid, defensor de la estancia en el
extranjero para obtener una buena formación, dice: “El problema no es la
salida de científicos, sino el hecho de que, una vez formados, no
sepamos cómo utilizarlos y se desprecie su talento, ya sea porque no
encuentran opciones de progresar en su carreta científica en España, ya
sea porque deciden volver al extranjero... En cualquier caso, es talento
perdido para nuestra comunidad científica”. Señala que, con el Ramón y
Cajal se intentó paliar el problema endémico de los recursos humanos en
I+D en España, pero muchos de los contratados “se han caído”, “algunos
por no haber dado el nivel, pero los demás por un rígido sistema, tanto
en el CSIC [Consejo Superior de Investigaciones Científicas] como en la
Universidad, donde la estructura operativa sigue siendo un jefe de grupo
con plaza de funcionario y media docena de becarios”. Barbacid apunta
que en los últimos años se había empezado a revertir la fuga de
cerebros, atrayendo a científicos extranjeros de primer nivel, sobre
todo, en algunos centros de vanguardia como el CNIO y el CRG: “Este
flujo inverso de talento es ya historia; ahora sería impensable”. Lo
cierto es que han empezado a irse doctores extranjeros que vinieron a
España durante la expansión del sistema.
Este año, por primera vez desde que se puso en marcha hace una
década, no se hacen nuevos contratos del programa Ramón y Cajal. La
convocatoria se ha hecho a finales de octubre, pero no se conocerán los
seleccionados antes del verano, y solo entonces se podrán hacer los
contratos. Parece un simple aplazamiento, pero significa un largo
periodo en blanco para quienes están esperando someterse a las
evaluaciones científicas que pueden abrir la puerta de un contrato de
cinco años, prorrogable otros dos. Y eso que el programa ha demostrado
ser estratégico para atraer a buenos científicos a España. La situación
es idéntica para otras convocatorias, como la Juan de la Cierva para
investigadores con menos veteranía y con contratos de tres años. Y el
número de contratos convocados se reduce respecto a convocatorias
anteriores.
MERCEDES LÓPEZ-MORALES: De regreso a Estados Unidos
Mercedes López-Morales tiene 39 años, es astrofísica y su
especialidad son los planetas extrasolares, una de las áreas de
investigación más activas y competitivas desde hace unos años. Hizo su
doctorado en Estados Unidos y, tras 12 años trabajando como científica
en el extranjero, decidió regresar a España, optando por el programa
Ramón y Cajal, explica. Con una excelente trayectoria en centros
estadounidenses de gran reputación y buenos resultados de investigación,
pasó la evaluación obligada y obtuvo este mismo año un contrato de ese
programa, diseñado hace una década para recuperar cerebros y que se ha
convertido en clave para atraer científicos a España. López-Molares
volvió para poner en marcha su nuevo trabajo, pero entre los recortes,
la falta de perspectiva y los reiterados incumplimientos por parte de la
Administración ha decidido volverse a EE UU. Ha recibido una oferta
“con muchas más garantías”, dice, nada más y nada menos que de Harvard.
López-Morales, obviamente, ha aceptado con entusiasmo, pero también “con
mal sabor de boca”, dice, por tener que irse de su país. Ha renunciado
al Ramón y Cajal, sin comenzar siquiera, y ha concluido su aventura.
También es dramática la situación de quienes terminan su periodo
Ramón y Cajal. Pese al compromiso de “favorecer la estabilización a la
finalización del contrato, a través de la creación de puestos
permanentes en los que puedan participar con éxito los investigadores
que hayan superado positivamente los procesos de evaluación y
seguimiento”, como indicó el BOE en 2007, la realidad ahora es que no se
estabiliza su puesto en muchos casos. Ni las universidades ni los
organismos públicos de investigación están en condiciones de hacerlo, y
Economía ha dispuesto que ellos se hagan cargo de las prórrogas de los
contratos que vencen, pero “en el marco de sus propias posibilidades
presupuestarias y con la autorización preceptiva del Ministerio de
Hacienda”.
El CSIC, el principal organismo de investigación, atraviesa serias
dificultades presupuestarias: con las medidas presentadas por su
presidente, Emilio Lora Tamayo, no se convoca ni una plaza para
técnicos, predoctorales y doctores y el programa se suspende en los
próximos años. El año pasado, el CSIC solo convocó 97 nuevos contratos
de tres años, mientras que fueron 175 en 2010 y 259 en 2009. Este año,
ni uno.
Aun en los casos en los que no hay cancelación de programas sino
recortes, retrasos y aplazamientos, la situación puede resultar
insostenible cuando uno está pendiente de las evaluaciones para intentar
obtener un puesto de investigador y ve cómo va pasando el tiempo en
blanco… Así, muchos investigadores, los mejores, aprovechan sin dudarlo
las puertas que les abren otros países.
Los más jóvenes también tienen su calvario. “La última convocatoria
FPI [ayudas predoctorales de Formación de Personal Investigador] fue
convocada el 3 de febrero de 2012, ofrecía 1.020 ayudas para realizar la
tesis doctoral en el seno de diferentes proyectos de investigación”,
informa la Federación de Jóvenes Investigadores / Precarios. Pues bien,
en julio pasado se dieron a conocer los resultados provisionales de la
selección, pero hasta el 29 de noviembre no se ha publicado la concesión
definitiva, lo que ha supuesto “semanas de desesperación e
incertidumbre para los afectados”, señala la asociación.
La situación es muy complicada para los investigadores que no son
funcionarios. E incluso esta vía, la del funcionariado, la normal en el
sistema español para los puestos consolidados, está prácticamente
bloqueada, ya que la I+D no está exenta de la regla general de la
Administración de reponer solo una de cada 10 vacantes que se producen.
“Los grupos que estamos en proyectos internacionales, como los de la
Agencia Europea del Espacio o el Observatorio Europeo Austral, y, en
general, todos los equipos de investigación, no tenemos ninguna
posibilidad de renovación ni captación de gente joven y brillante”,
advierte Colina, resumiendo la marea de “profunda preocupación por la
situación y por el cariz que están tomando las medidas de personal
científico”. La fuga de cerebros, advierte, resta credibilidad al
sistema español de I+D justo cuando había empezado a ganarse una
merecida respetabilidad internacional.
ROCÍO RUIZ BUSTOS: “Me volveré a un país donde me traten dignamente”
Rocío Ruiz Bustos trabajaba hasta hace poco en el Parque Científico y
Tecnológico de Albacete, en el Instituto de Energías Renovables;
lideraba un proyecto de investigación de la Agencia Internacional de
Energía Atómica sobre pilas de combustible y codirigía otros financiados
por el Gobierno español y por la Junta de Castilla-La Mancha. Pero
recientemente recibió el despido fulminante, tras cuatro años
desempeñando su labor como investigadora con un contrato indefinido. “De
nada ha valido mi doctorado en la Complutense ni mi periodo posdoctoral
de casi cuatro años en la Universidad de Oxford, ni estancias en las
universidades de Cambridge y McMaster de Canadá”, se lamenta.
Durante su proceso de despido, esta doctora en Química ha tenido que
escuchar hasta que “la investigación no sirve para nada”. No es ella un
caso único, por supuesto, en el Parque Científico y Tecnológico de
Albacete, donde se está despidiendo a investigadores con muy buena
formación y currículos, dicen expertos del entorno. “Es gente de mucha
valía y costó mucho traerlos hasta nuestra región”, dice un profesor de
la Universidad de Castilla-La Mancha.
En cuanto a Ruiz Bustos, en dos semanas desde el despido fulminante
ha recibido cuatro ofertas desde Holanda, y está segura de que se tiene
que ir al extranjero porque en España “no hay salida”. Aunque le hubiera
gustado quedarse, seguir investigando en pilas de combustible, y
también que sus hijos, su familia vivirán en España. Pero la realidad se
impone: “Deseo que la región mejore y que no pierda esta universidad;
yo me volveré a otro país donde me traten dignamente”, dice.
Artículo publícado en ELPAIS.com
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